Mis palabras,
mis llantos;
son la tierra donde habitan,
son un mundo sumergido
en la misericordia de los pobres
de los hambrientos,
de los desprotegidos.
Nos morimos y el mundo sigue vivo
respirando la agonía de los ricos,
nutriéndose de la juventud,
del llanto del niño.
No morimos y el mundo sigue vivo
girando, gozando;
riendo de los que ya no están
riendo de los que se van.
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